Cada obra es un instante suspendido en el tiempo, una exploración del color, el gesto y la energía en constante transformación. En este cuerpo de trabajo, la naturaleza no es solo un referente, sino un lenguaje: el viento se traduce en trazos dinámicos, la luz en matices vibrantes, el movimiento en composiciones que desafían la quietud del lienzo. Más que pinturas, son espacios sensoriales, donde la abstracción y la emoción convergen para invitar al espectador a una experiencia íntima y expansiva
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